domingo, 12 de mayo de 2013

Carlos Salem

No quiero que me quieras por ser bueno no lo soy (nadie miente mejor que el que aprendió el oficio engañándose a si mismo). 
 No quiero que me quieras porque estoy pues tengo la costumbre de marcharme casi sin remordimientos cuando alguien ignora mis indicios.  
No quiero que me quieras solo por lo que escribo (mis palabras son románticas rameras que dicen la verdad pero siempre me han consentido).  
No quiero que me quieras por estar disponible (no hay mayor egoísmo que  darse sin medidas y sentirse necesario para quien te resulta imprescindible). 
 No quiero que me quieras porque intuyes que te espero. Aunque me muestre inofensivo para no espantarte nunca podré asumir un destino de perchero.  
No quiero que me quieras porque sabes que te quiero. 
El mercado de mi vida no funciona con trueques y el amor debe ser más que un canje de prisioneros. 
 Ya lo dijo Sabina -mejor- en la canción que conocemos, pero lo digo yo, que no aprendí a callarme a tiempo:  
Yo quiero que me quieras como quieras como inventes y sepas como menos te duela y te mate por dentro como mejor te salga como el peor secreto como no puedas querer de nuevo. 
 Yo quiero que me quieras a tu manera aunque lo digas poco y lo sientas todo el tiempo aunque nunca me escribas un poema.  
No quiero que me quieras porque estoy enfermo sino porque no tienes más remedio. 
 Y si no puedes quererme así de un modo imperfecto pero inédito entonces entonces no me quieras.

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