domingo, 13 de abril de 2014

La fatalidad del desencuentro.

Es cuando el poema trata de algo peor que la muerte: del desencuentro, del no hallarse nunca nuestros destinos; de aquella determinación de que, pese a estar signados y hechos el uno para el otro, nunca podremos alcanzarnos ni coincidir en el tiempo ni en el espacio. Y esto es más doloroso y frustrante que la misma muerte, porque es la fatalidad en lo más esencial de la vida: la devastación de la hermandad y el fracaso total del verdadero amor. No nos encontramos y si lo hacemos es tarde, cuando todo está perdido. Ese es el trasfondo que hay en el juego de las escondidas, cuando éste se lo atraviesa de la sensación, de la intuición y de la visión espeluznante del desencuentro. 

 Tiene este pasaje la queja del resentido por amor, cuando el ser querido falta a una cita y ello nos duele mucho. ¿Y qué actitud se adopta? Hacernos inubicables. La tragedia de esta vida y la búsqueda inútil es anhelarnos tanto sin poder hallarnos con quien es nuestro exacto complemento...  

Lo atroz es que, pese a buscarnos, nos crucemos sin decirnos nada.

miércoles, 8 de enero de 2014


Como Un Dolor De Muelas

Como si llegaran a buen puerto mis ansias, 
como si hubiera donde hacerse fuerte, 
como si hubiera por fin destino para mis pasos, 
como si encontrara mi verdad primera,  
como traerse al hoy cada mañana, 
como un suspiro profundo y quedo, 
como un dolor de muelas aliviado,  
como lo imposible por fin hecho, 
como si alguien de veras me quisiera, 
como si al fin un buen poema me saliera... 
una oración.  
Como si la arena cantara en el desierto 
los cantos de sirena del mar Muerto, 
como si para crecer sobraran las escaleras, 
como si escribiera un ciego un libro abierto.  
Ven a poblar el zócalo de ojos, 
siembra de migas de pan caliente 
mis canas de alcanfor adolescente.  
Ponle al sordo voz y alas al cojo, 
bendice nuestro arroz, nuestro minuto, 
como si no fuéramos cómplices del luto... 
del corazón.