Desperté en el ácido de mis sudores, sumido en una
calma extraña. Ya no llovía en el patio, llovía en mis ojos.
Rabia. Lágrimas. Lágrimas de sillón dormitando un sueño.
Cuando la lluvia cesó en un camino cualquiera, en un lugar
también cualquiera, se encontraron la duda y la herida...
-El no saber que hubiera pasado me hace pasar
las noches en vela, dijo la duda.
-A mí es el dolor lo que no me permite dormir.
-Estamos iguales, dijo la herida.
-Te equivocas; tu herida con el paso del
tiempo cicatrizará hasta no dejar huella,
mientras que en mí, la duda irá creciendo cada
día hasta matarme, dijo la duda comenzando a
llorar.
La herida cogiéndola de la mano la consoló y siguieron
camino juntas...
Y empiezas un día a sentirte solo. Coincide con el día
en el que naces. Solo en tu sentimiento, en tu ilusión, en
tu decepción. Solo en tu llanto, en tu esperanza... solo en
tu soledad, queriendo formar parte de, deseando componer
algo, deseando romper las cadenas que te esclavizan
a tu propio yo. Pero tu yo es tu límite. Nadie puede sentir
como tú, pensar como tú; nadie se puede poner en tu lugar.
Es ahí donde la soledad reside...